El reportaje de Hersh sobre cómo Estados Unidos redujo los gasoductos alemanes Nord Stream a “un trozo de metal en el fondo del mar” -tomando prestadas las palabras deVictoria Nuland, subsecretaria de Estado de Estados Unidos-, no sólo planea sobre el futuro de la Guerra de Ucrania sino sobre el futuro de la diplomacia europea.
Según Hersh, la decisión de sabotear el oleoducto partió directamente de Biden y el subsiguiente debate de alto secreto en el seno de la administración estadounidense, que duró unos 9 meses, versó sobre cómo lograr el objetivo sin ser descubiertos.
Hersh reveló que fue la Marina noruega la que finalmente encontró el lugar óptimo para volar los gasoductos Nord Stream 1 y 2. El 26 de septiembre un avión de vigilancia P8 de la Armada noruega dejó caer una boya sonar en un vuelo aparentemente rutinario, lo que activó explosivos C4 de alta potencia que habían sido colocados en los gasoductos.
El periodista estadounidense ha explicado posteriormente al diario alemán Berliner Zeitung que Noruega estaba especialmente interesada en llevar a buen puerto el complot contra los gasoductos Nord Stream.
Según sus palabras, “Noruega estaba interesada en el crecimiento de sus ingresos y, por tanto, en aumentar el volumen de sus suministros de energía a la Unión Europea, a la misma Alemania”. ¿Y qué vemos después de la misión? Noruega lo ha conseguido. Sus exportaciones [de energía] crecieron en un contexto de gran hostilidad hacia Rusia”.
A Noruega le atrajo el plan de sabotaje de Biden como las moscas a la miel, ya que podía ganar fabulosamente en términos financieros si ayudaba al ejército estadounidense a destruir los gasoductos Nord Stream cerca de aguas danesas, y sustituir a Rusia como principal fuente de gas natural canalizado de Alemania.
Sin duda, Noruega se ha forrado. El botín se estima en más de 100.000 millones de dólares hasta la fecha. Noruega suministró el 33 por cien de las necesidades de gas de Alemania el año pasado, convirtiéndose en el mayor proveedor del país.
La posición clave de Noruega como proveedor de energía a Alemania aumentará aún más en los próximos años, incluso gracias a los nuevos yacimientos árticos que entrarán en funcionamiento y a los nuevos descubrimientos por encima del Círculo Polar. La ampliación de la producción por encima del Ártico, que llegará desde el yacimiento de Irpa, a 340 kilómetros al oeste de Bodo, cuya entrada en funcionamiento está prevista para 2026, así como los nuevos descubrimientos en el mar de Barents, incluido uno realizado el año pasado adyacente a Goliat, serán clave para mantener el pico de producción.
Con Alemania desconectada en gran medida del gas por gasoducto ruso, la puerta para que Noruega siga ampliando su cuota de mercado y se establezca como el principal proveedor de gas del país sigue abierta.
En una rueda de prensa conjunta con el canciller alemán Olaf Scholz en agosto del año pasado, el primer ministro noruego Jonas Gahr Store afirmó que “Noruega suministra todo el gas posible a Alemania”. Lo que no le dijo a Scholz es que Noruega estaba a punto de ejecutar un proyecto para transformar muy pronto a Alemania, el mayor consumidor de gas natural de Europa, en un mercado cautivo para él. En realidad, Noruega voló los gasoductos Nord Stream sólo un mes después, el 22 de septiembre.
Noruega barniza ahora su imagen de país rico y fuente de la bondad humana, que comparte generosamente la friolera de 7.500 millones de euros (de los beneficios inesperados de 100.000 millones del botín alemán) con Ucrania. El secretario de Defensa Austin lo ha anunciado como un gran gesto para frustrar la “agresión rusa”.
Esta sórdida pantomima provoca una reacción de incredulidad. No puede uno sino compadecerse de Alemania, que en estos tiempos tumultuosos carga con un gobierno mediocre de políticos dudosos que no se atreven a defender los intereses fundamentales de su país frente a la intimidación estadounidense.
El ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, dio en el clavo cuando habló largo y tendido por primera vez sobre los gasoductos Nord Stream y el artículo de Hersh en una reunión de trabajo celebrada el 15 de febrero con los jefes de las oficinas de medios de comunicación extranjeros acreditados en Rusia:
“El objetivo principal era impedir que Alemania se sintiera cómoda en el ámbito energético y que recibiera gas a través de estos dos gasoductos, financiados por empresas de Rusia, Alemania, Austria e Italia... Alemania no ha sido simplemente humillada; ha sido puesta en su sitio de satélite de Estados Unidos”.
Noruega no se anda con remilgos a la hora de ceder a Ucrania una ínfima parte del botín procedente de su saqueo a Alemania, socio suyo dentro de la OTAN.
—https://www.indianpunchline.
No hay comentarios:
Publicar un comentario