Publicada el 16 de febrero de 2015 a las 6:15 |
Por su parte, la Derecha, los democristianos cobardes del PP, los cargos que en su día, supieron o pudieron saber lo que pasó el 11 de Marzo de 2004, siguen mintiendo, asegurándose una suculenta jubilación a base de embustes, de imponer el olvido y de proponer un cínico “pelillos a la mar” ante algo que no tiene perdón. O no, al menos, hasta que la verdad sea dicha.
Resulta obvia la inconveniencia de la verdad del 11-M para el PSOE (entró en el gobierno cuatro días después a raíz de ello), pero no tanto para el PP. ¿Por qué hay un interés por hacer olvidar el 11-M, incluso (o especialmente) por aquellos que políticamente se vieron perjudicados? Porque la genialidad de este ataque de Falsa Bandera reside en que sus víctimas políticas son los menos interesados en que la verdad salga a la luz.
La postura del PP en estos últimos años ha evolucionado desde aquel “Fue ETA”de los primeros minutos después del atentado, al “quizás fue ETA”, pasando por esas ambigüedades de José María Aznar (“El 11-M no se planeó en lejanas cavernas…”), desembocando en el “Me importa un bledo quién fue” de la malvada Mariano Rajoy y su actual cúpula de partido. Las dos versiones sobre el 11-M, la del PP (fue ETA) y la del PSOE (fue Al-Qaeda), responden a los respectivos intereses de partido a propósito de un pragmático terrorismo de estado que, este estado -el español-, ha usado desde al menos 1973, en la Operación Ogro. Es decir, que las dos versiones del 11-M responden a la polaridad de intereses entre Derecha e Izquierda en España… pero, en ningún caso, a la verdad. Sólo un imbécil creería, a estas alturas, que la ETA turulata de 2004 o una fantasmagórica Al-Qaeda encarnada por un hatajo de mindundis y camellos marroquíes, planearon y ejecutaron el 11-M. Son dos mentiras que, aunque parecen enfrentadas, se complementan y cooperan entre ellas para que la verdad se quede en el pozo del olvido. Porque la verdad, para estas dos fábricas de trolas, resulta inconveniente: para el PSOE, demostraría de qué forma llegó al poder en 2004; para el PP, pondría en evidencia la auténtica “política anti-terrorista” consistente en usar, teledirigir y franquiciar el terrorismo de ETA, practicada antes, durante y después del gobierno Aznar. Por PP y por PSOE; por unos y por otros; por todos. El 11-M es el día que quieren que olvides, porque fue el día en el que se pudo evaluar la mentira y la corrupción sistemática que cimenta este régimen político. Régimen que no fue sustituído en absoluto (como algunos piensan), sino que se actualizó, se perpetuó, se fortaleció en la repugnante forma evaluable once años después.
Y esto último, “este o aquel grupo terrorista”, nos lleva al 11-M. Quizás tengan razón Zapatero o Rajoy cuando insinúan que da igual quién fue el autor del 11M, cuando lo importante es saber quién se supone que tenía que ser. No importa quién fue, sino quién tenía que parecer que fue. El 11-M se diseñó para que fuera ETA, su responsable. Se diseñó para que supusiera el fin de ETA, bajo el mandato apurado de un José María Aznar que, personalmente, había colocado la aniquilación de la banda como objetivo de legado político. Y lo iba a conseguir, después de una política muchísimo más inteligente que la del GAL del PSOE, consistente en la utilización mediática y el control operativo de la banda. De hecho, desde 1997, la hábil política “anti”-terrorista de Interior del gobierno Aznar había convertido a ETA en una especie de agencia de publicidad del PP, en el sentido de que cuando operaba la banda, más débil y aislada ésta se mostraba, y más fuerte el partido y su gobierno. Incluso alguien habló de “mártires”, y no desde una perspectiva islámica precisamente, sino desde un PP, que cuanto más era atacado en sus bases (concejales, ediles… cobardemente asesinados) más fuerte se mostraba en su cúpula de gobierno. Y en ese contexto de control gubernamental sobre la banda ETA, se necesitaba un golpe final: el 11-M. Pero sucedió algo… la Falsa Bandera salió rana.
El ocho de Marzo de 2004, el entonces Ministro del Interior, Ángel Acebes, invitó a almorzar a tres importantes periodistas empleados en los grupos mediáticos ligados al gobierno del Partido Popular. En esa reunión (en palabras de uno de los periodistas), se informó que Interior esperaba un atentado etarra en Madrid esa misma semana. Es curioso, porque después se habló mucho de la “intoxicación” de los grupos mediáticos afines al PSOE (de PRISA, de la SER, de Iñaki Gabilondo…), pero lo cierto es que el Gobierno Aznar había conglomerado un potente aparato de comunicación (y propaganda) a través del ente público y de la Conferencia Episcopal. Y de ahí vino la traición a Aznar: no tanto de los grupos mediáticos del partido rival (cuya directiva, evidentemente, sabía de la emboscada e iba a usarla), sino de los suyos propios, de los que consideraba controlados o leales, especialmente, la Cadena COPE.
Y así, lo que el Lunes el Gobierno esperaba como un “atentado” de ETA, posiblemente neutralizado y con un suculento rédito político que iba a darle una mayoría absoluta en la siguiente legislatura, se convirtió el Viernes en una carnicería de dos centenares de cuerpos muertos, perpetrada como castigo a su participación en la Guerra de Iraq. Evidentemente, no fue ni una cosa ni la otra: fue una operación de Falsa Bandera que el gobierno quiso usar en una dirección, pero que topos traidores de ese mismo gobierno encaminaron hacia la dirección opuesta. El 11-M es un False Flag que salió rana a un partido (el PP) y le salió redondo al otro (al PSOE). Y esa es la única diferencia sustancial entre el 11-M, y el 11-S norteamericano o el 7-J británico: el componente cainita, fraticida y picaresco, tan propio de España, de aprovechar la coyuntura para liquidar al vecino. En los países anglosajones, los ataques de Falsa Bandera sirvieron, sobre todo, para unir a la nación. En España, sirvieron para disolverla.
Y resulta lógico, entendiendo esto, que quieran que olvidemos este día. De hecho, casi, casi, lo han conseguido. ¿Quién habla, quién publica, quién escribe sobre esto? Usted ha tenido que entrar en el blog personal de un músico para leer que el 11-M es una actualización del móvil de la Red Quantum en España: hasta 2004, el móvil de actuación del Terrorismo de Estado giraba en torno a la coartada marxista-leninista (FRAP, GRAPO, la misma ETA era ideológicamente de ese corte, tal y como Brigate Rosse en Italia); desde 2004, con el fantasma comunista europeo ya desmantelado sin sábana, es el “radicalismo islámico” quien alimenta a un mismo monstruo que tiraniza y asesina sin rostro. Nunca sabremos quién mató a las casi doscientas víctimas del 11-M… como jamás sabremos quién mató en verdad a Carrero Blanco o a Aldo Moro. Quizás no nos haga falta saber quién fue, cuando el paso de la Historia va demostrando quién tenía interés en que fuera. Basta con observar a los condecorados, a los ascendidos, a los felicitados, a los promocionados, a los premiados por su tarea (incompetente o pérfida) de colaborar con la desidia y la indiferencia.
Nosotros jamás lo olvidaremos. Jamás. Publico este artículo un mes antes del undécimo aniversario, y se mantendrá como portada de blog durante un mes después. Durante ese tiempo, por favor, compartan este artículo, escriban otros, comenten, hablen, opinen, lean, escuchen, reflexionen… en definitiva, no olvidemos el 11-M, ese día que quieren que olvidemos.