6 de marzo de 2014
Cuando las personas tratan de animar a otras a pecar, lo hacen de diversas maneras, que pueden no parecer evidentes.
La tentación al pecado es seductora y la víctima siempre encontrará difícil alejarse de él. En el caso de robo, el pecador se sentirá atraído por el gran premio, que será suyo, si estuviera dispuesto a robar. En el caso de asalto físico y daño corporal causado a otro, la víctima será seducida por el odio, presentada a él como siendo una buena cosa. Estará convencido de que él simplemente está involucrado en un castigo, que es necesario, en nombre de la justicia. En otros casos, la víctima se involucrará a cometer el pecado y no verá nada malo en ello, porque la tentación será tan atractiva.
El pecado y la tentación de participar en el acto siempre se presentarán como siendo algo bueno, inocente, y en muchos casos será percibido como justo. Lo malo será visto como bueno, y lo bueno se verá como algo malo. Todas las cosas en las que Satanás se involucra, en particular cuando seduce al hombre con todas las razones imaginables, para darle la espalda a Dios, se entenderán al revés. Siempre donde Satanás está presente, habrá confusión. Nada será como debería ser. Nada bueno puede venir de su infestación. Las almas que participan en sus proyectos sufrirán, durante y después que el pecado se ha cometido, de una conciencia profundamente inquietante. La lección importante aquí es evitar situaciones en las que se enfrenten a la tentación. Para hacerlo, deben orar por la fuerza de permanecer en estado de Gracia.
Que ningún hombre crea jamás que tiene la suficiente fuerza de voluntad para resistir las presiones que se ejercerán sobre él por el espíritu del mal. Si creéis esto, vosotrros caeréis de repente e inesperadamente. Vosotros debéis permanecer alerta cada minuto de cada día, porque nunca se sabe cuando el maligno está trabajando. Él es muy astuto y muy cuidadoso. Muchos, no tienen idea de cómo trabaja Satanás, pero una cosa está clara. Él os traerá nada más que miseria y dolor. Vosotros debéis, por tanto, rezar cada día, la oración a San Miguel.
“San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla,
sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú,
oh, Príncipe de la Milicia Celestial,
por el Poder que Dios te ha conferido,
arroja al Infierno a Satanás y a todos los espíritus malignos
que vagan por el mundo buscando la perdición de las almas. Amén.”
Satanás y todos los demonios que vagan por la Tierra, están trabajando intensamente, para llevaros lejos de Mí en este momento – más que en cualquier otro momento desde que caminé en la Tierra. Debéis mantener vuestros ojos en Mí y escucharme, para que Yo pueda seguir protegiéndoos.
Vuestro Jesús
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